viernes, 6 de junio de 2014

Detrás de un Te Quiero

De donde vengo y como me crié me enseñaron y aprendí a no decirle te quiero a cualquier persona. Hoy en día muchas personas sin conocer ni haber visto en sus vidas a otros ya los tratan de mi amor, mi cielo, mi corazón o le dicen papi, "baby" etc. Por mi parte yo creo que esas chulerías se deben utilizar solamente con la persona que realmente quieres y le tienes un afecto especial, de lo contrario pierde el significado. Además por la cultura del puertorriqueño solemos asociar rápidamente esos cariñitos con deseo sexual de la persona que los usa.

Pienso que está mal pero no podemos juzgar a una generación que creció viendo como la Burbu y la Taína se doblaban a recoger pesetas vestidas con un diminuto "gistro" solamente para el deleite de los televidentes del programa No te duermas. Aunque no lo queramos aceptar somos un pueblo que busca el doble sentido en todos los temas e inconscientemente piensa en sexo en la mayoría de las situaciones cotidianas.

En mi caso cuando estoy trabajando es muy difícil tener la mente en otra cosa que no sea el trabajo. De lo contrario se me olvidaría entregar la mitad de las cartas y paquetes.

Después de meses haciendo la misma ruta todo se fue convirtiendo en una rutina . Terminaba la ruta más rápido y me daba tiempo de conversar más con las personas que me encontraba en el camino.

Todas las mañanas comenzando mi ruta me encontraba a una señora sentada en el balcón de su casa. Siempre en el mismo lugar, siempre sola. Era una señora de 89 años, natural de Utuado y que se había mudado a Santurce hacía más de 60 años. Fue la madre ejemplar de la comunidad en los años '70 y una señora a quien ella cuidaba le dejó una casa de herencia. Era curandera y daba sobitos a quien se lo pedía. Según me contó, todos sus hijos eran profesionales y tenía decenas de nietos y bisnietos. Sin embargo, siempre estaba allí sola meciéndose en el sillón.

Un día pasé por su casa y le dejé las cartas, le dí los buenos días e intercambiamos palabras como hacíamos todos los días, me despedí y antes de que pudiera seguir mi camino escuché a la señora decirme.

- ¡Sabes que te quiero mucho!

Al escucharla me detuve por completo y tuve miedo de mirar hacía atrás. Muchas cosas pasaron por mi cabeza. Todas las mierdas culturales que nos hacen pensar que quien nos dice te quiero es porque quieren algo sexual. Pensé también que la vieja se había enamorado de mi. Tuve miedo de voltear y verla mordiéndose los labios o tocándose la entrepierna.

Después de unos segundos, aún nervioso tuve el valor de mirar hacía atrás y lo que ví me conmovió mucho.

Ví que sus ojos brillaban, tenía una tímida sonrisa y su rostro reflejaba agradecimiento, alegría y ese cariño de madre que es tan fácil distinguir.

Me acerqué nuevamente a ella y le dije;

- ¡Yo también te quiero mucho! Y le sonreí.

Tantas personas mayores que viven solos y no tienen con quien conversar ni a quien contarle sus historias. Mientras nosotros vivimos en el ajetreo diario y no nos damos cuenta que tan solo un minuto de nuestro tiempo puede hacer una diferencia tan grande en la vida de una persona. Y con tan solo un minuto de nuestro tiempo nos podemos ganar el cariño sincero y puro y el agradecimiento de personas que nos tocan el corazón.